La existencia no termina con la muerte

En el pueblo zapoteco de Mitla se celebra con gran devoción y alta espiritualidad la fiesta más
grande de los Didxzaj: el “Día de los muertos” al que la iglesia ha querido renombrar como fieles
difuntos o Todos Santos, sin embargo, en nuestra lengua originaria está el mejor
fundamento de su verdadero nombre: “Chej Togool” (Día de los muertos)
Aunque suene irónico esta fiesta es la celebración más grande de la vida pues es en
ella donde hacemos uso del poder espiritual legado por nuestros antepasados, aquellos que
nos enseñaron a no temerle a la muerte sino más bien considérala como una amiga o una
compañera que jamás se separa de ti, y el único elemento que te permite trascender. En los días
próximos a esta fiesta todo se confabula para elevar el espíritu, el clima frío, los campos
amarillos, ese viento nostálgico que huele a “muertos”, el pan , las plazas, las especias, los
molinos…entonces el espíritu se eleva y alcanza su máximo, y como un poema y en una
metáfora bajamos los nueve niveles del inframundo para poder hablar con nuestros
muertos, regalarles vida e invitarlos a su casa, la que habitaron y juntos, ellos y nosotros
celebrar su visita entre mezcal, mole, chocolate, flores frutas, incienso y pan…

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